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Llevar nuestro pelo afro:
más allá de la representación
Salvo por algunas fotos que así lo demuestran, nunca fui consciente de que mi pelo natural era afro hasta que tomé la decisión de volver al natural a los 17 años.
Desde que tengo uso de razón recuerdo haber tenido el cabello alisado. De hecho, la rutina que teníamos en casa era: trenzas con extensiones y después desrizado para volver otra vez a las trenzas con extensiones y al alisado químico.
Esta dinámica se repitió tantas veces desde mi infancia hasta mi adolescencia que en mi cabeza no cabía la posibilidad de que pudiese ser de otra manera para mí. Y, como yo, creo que también hubieron muchas que decidían someterse una y otra vez a los alisados químicos a pesar de las quemaduras en el cuero cabelludo. A pesar del dolor. A pesar de todo.
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Porque sí. Porque no había otra forma de vivir y de llevar el pelo. Porque ¨¿qué había de malo en desrizarse el pelo?¨. Porque ¨¿para qué querría tener mi pelo afro natural?¨
No me confundáis. Uno de los recuerdos vivos que tengo de mi relación con el pelo afro en mi adolescencia es el de quedarme embelesada y envidiando el cabello de muchas de mis compañeras que llevaban a clase sus preciosos pelos naturales. Y sí, creía que era precioso y deseaba tenerlo así, pero no creía que ese fuera mi pelo.
De hecho, otro recuerdo que guardo de cuando tenía 12 años es el de mi profesora de Lengua y literatura en 2º ESO apenada y lamentándose de mi decisión por haberme desrizado el pelo, siendo que ¨tenía un pelo bonito¨. Ella consideraba que mi pelo afro natural y corto era bonito.
A lo mejor en ese momento hubiese podido decirme: ¨esta persona piensa que mi cabello natural y corto es bonito, así que voy a dejármelo otra vez natural¨. Pero en vez de eso, me lo tomé como una crítica negativa porque en mi cabeza me lo tomé como que estaba en contra de eso que yo había decidido hacerme para tener el pelo largo y liso que quería recuperar después de haber tenido el pelo corto durante 2 años.
Como yo de pequeña, sé que hay más chicas y mujeres afro que no piensan en pasarse al natural — o si lo hacen optan por tirar todo el tiempo de pelucas y trenzas con extensiones — porque consideran que llevar su pelo tal cual es ¨ no es lo suyo¨; no les queda. No les va.
Dicen que su pelo afro natural no es para ellas.
Por esa razón, cuando escucho mensajes que siento que redirigen y, en gran parte, resumen las vivencias de las mujeres negras con su pelo afro a no vernos representadas, pregunto como reflexión si con ver a otras personas negras llevando su pelo natural bastaría para que empecemos a aceptarnos.
Y hago esta pregunta después de haber tenido el privilegio de haber vivido en un sitio en el que sí tenía referentes en mi entorno y aun así no sentirme identificada ni aceptar como mío lo que era mío.
Lo que me pasó a mí, sigue pasando en la actualidad, donde, pese a que cada vez más vemos a más personas llevando su pelo natural en los medios, en el día a día siguen siendo muchas las que reniegan de su cabello; son muchas las que son incapaces de salir a la calle y sentirse cómodas y preciosas con él independientemente de lo que vaya a suceder después con otra gente.
Seguimos rechazándonos. Y seguimos pensando que el pelo afro es bonito y está bien, pero para el resto. Nunca para nosotras mismas.
El camino hacia la aceptación puede llegar a ser complicado e incluso incómodo al no tener la costumbre o recibir miradas y comentarios molestos. No obstante, es importante que, aparte de pelear por sentirnos representadas, nosotras mismas nos convirtamos en esa representación que estamos buscando.
Aunque seamos las únicas (que no lo somos), parte de la aceptación viene con la exposición. Literalmente, ¨ser el ejemplo que queremos ver¨. No solo para quienes vienen detrás de nosotras, mujeres negras, sino para naturalizarnos y no sentirnos extrañas con esa parte de nuestro cuerpo con la que tanto nos cuesta conectar.