Desenredando cadenas coloniales: Realidades texturistas en el presente de las personas africanas
por Ada Okenve
Desde la práctica de cortarle el pelo a las niñas pequeñas con pelo afro hasta el primer desrizado como un rito de iniciación a la adolescencia o la dificultad para encontrar peluquerías o incluso personas de tu misma familia que digan que no pueden trenzarte con tu pelo natural hasta que te lo alises químicamente o te hagas un blowout porque "así es imposible de hacer nada con él". Las prácticas texturistas y discriminatorias que se hacían contra las personas negras y que empezaron durante la época colonial ciertamente siguen presentes en las vidas y los procesos de socialización de miles y miles de personas afro en todos los rincones del mundo.
Cuando se hablan de problemas de texturismo o se habla de la historia del cabello afro, se pone el foco en el gigante norteamericano y se hace una generalización que, si bien refleja una realidad, no pone el foco en otros lugares que, por cuestiones históricas, ciertamente tiene similitudes en la presentación de la problemática; sin embargo, difiere mucho en las razones y en la manera en la que estos procesos se manifiestan. Así, en este artículo abordaremos la manera en la que el texturismo se manifiesta actualmente en las sociedades africanas y afroamericanas (y no me refiero a afroestadounidenses, gracias).
Los antecedentes históricos hacen evidente la presencia de problematizaciones para las comunidades afro en relación con la forma en que portan sus cabellos.
Durante el período colonial, una de las maneras que tenían las autoridades de ejercer control y poder sobre las personas negras esclavizadas era mediante el dictado de la vestimenta y la estética que estas debían llevar (Urrutia, 2017). Así, dentro de estas dos cuestiones, el pelo era un aspecto que también fue objeto de escrutinio y cómo este se presentaba fue cambiando en base a las dinámicas propias del contexto colonial.
En Guinea Ecuatorial (en adelante GE), por ejemplo, es común ver que en colegios femeninos llevados por personas religiosas mayoritariamente (internados, colegios religiosos como Santo Ángel o La misión de Bikuy) un requisito es cortarle el pelo a las niñas bajo la premisa de la uniformidad y evitar la vanidad. No obstante, observando a las niñas que van a esos colegios, se puede ver claramente una distinción entre las niñas que tienen el pelo natural y piel negra, aquellas que son claramente mestizas (no ambiguas) y aquellas de piel blanca y pelo liso. Entre los tres grupos se puede ver que, si bien hay un corte de pelo, son las niñas con el pelo a quienes se les hace un corte más extremo que les deja, si eso, con un dedo de altura de cabello; en comparación con las niñas mestizas y las blancas con pelo liso que lucen mucha más cantidad de cabello.
Si bien es cierto que la práctica del corte del cabello es algo común previo a las dinámicas de colonización y que ya se daba antes en el contexto formativo religioso cristiano, el significado que estas mismas prácticas tenían sobre el cuerpo de personas negras es completamente diferente. Pues, todas las normas que se aplicaban sobre las personas esclavizadas, se hacían con el fin de erradicar su identidad cultural y asimilar forzadamente a la población. Esto es un hecho que no solo se evidenció en personas afro, sino también con las nativas de América en el territorio actual de Estados Unidos.
En un estudio sobre la construcción de narrativas de las personas afro con su cabello en Colombia, los y las participantes hablan de cómo su feminidad durante su niñez estaba arraigada en su cabello en mujeres, mientras que lo masculino estaba expuesto mediante peinados de cabello corto en hombres - los hombres no únicamente consideraban el cabello largo femenino, sino que entre ellos, tenerlo implicaba homosexualidad. (Palacios Mosquera, 2020).
Teniendo en cuenta lo anterior y la relación entre la feminidad y la vanidad (pecado capital en el contexto religioso cristiano), ¿es descabellado pensar que el corte del cabello, especialmente en las niñas negras, estaba también hecho para despojarlas de su feminidad? Es decir, ¿podría ser la práctica del corte de cabello de niñas con pelo afro en las escuelas una de las manifestaciones iniciales de la masculinización de las mujeres y niñas negras? Es una pregunta pertinente que habría de plantearse teniendo en cuenta que en Estados Unidos despojar a las mujeres negras de su pelo, considerado también en esa época como un símbolo supremo de feminidad, era una manera de hacerlas sentir a estas menos mujeres y, sobre todo, inferiores (Byrd y Tharps, 2014; Dabiri 2019).
En Nigeria, aunque quizá no particularmente en colegios religiosos, tanto en el pasado como en la actualidad son comunes los colegios en los que se exige al estudiantado el corte del cabello o el llevado de peinados sin extensiones añadidas como código de vestimenta para las estudiantes.
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De igual manera, en GE desde la segunda década de los 2000, en muchos institutos tanto públicos como privados, se instauró la prohibición de trenzas con extensiones o peinados llamativos (con colores) entre las alumnas para evitar que su cabello las distrajera de sus estudios, pero también se aludió a que de esa forma no podrían seducir a hombres de avanzada edad con ese tipo de trenzas, consideradas como trenzas de mujeres adultas.
Esta norma tiene una analogía similar a las Leyes de Tignon que durante los siglos XVIII y XIX se establecieron en varios territorios de América. Esta normativa exigía a las mujeres negras tener recogido en pañuelos su cabello o en peinados recatados para preservar la moralidad pública. La justificación para esta norma colonial era que el cabello natural suelto de las mujeres afroestadounidenses era una señal del exceso de atención que le ponían las mujeres negras a su aspecto (McNeill, 2004) - cosa que no era bien vista a ojos de la sociedad blanca considerando que las mujeres negras eran ciudadanas de clase baja - y que este era utilizado como instrumento para seducir a los hombres blancos.(McNeill, 2004; Gómez, 2016).
Para los hombres no se llegó a establecer una normativa explícita, pero sí que es cierto que en los reglamentos internos de vestimenta se les prohíbe igualmente el llevado de trenzados, tintes y abundante pelo. De hecho, de manera anecdótica, recuerdo cuando en el instituto el Jefe de Disciplina sacaba a los alumnos de las clases y les obligaba a ir a cortarse el pelo y a las alumnas que teníamos algún tipo de peinado con extensiones, nos mandaba a casa a sacarnos las trenzas.
Pero, si nos vamos más al sur del continente africano, podemos ver otro ejemplo actual de cómo la libertad corporal a través del pelo se ha visto limitada legalmente. En este caso, desde 2015, el Gobierno de Zanzíbar tiene prohibido a los hombres jóvenes trenzarse aludiendo a que esos peinados no corresponden a la identidad cultural de los zanzibarís.
Llevar el pelo afro, ahora más que antes, parece cada vez más popular entre chicas y mujeres afro. No obstante, a pesar de ello, el lenguaje cotidiano y las dinámicas que en comunidad llevamos con nuestro cabello siguen respondiendo a la visión colonial del pelo afro, especialmente el considerado ¨4C¨según la escala de André Walker, como el "pelo difícil", "pelo salvaje"; en comparación con el pelo liso y aquel con el rizo más suelto, considerado como el "pelo bueno", aquel con el que se puede trabajar, como además lo hacen ver en muchas peluquerías.
Trenzas con extensiones, trenzas sin extensiones, trenzas de hilo, pelo coloreado, pelo sueltos, locks… todas estas han sido manifestaciones culturales propias de las personas africanas. No obstante, el hecho de que se hayan prohibido símbolos claramente culturales e identitarios desde los tiempos coloniales y que a día de hoy se sigan manteniendo en sistemas educativos de países que, lejos de liberarse de cadenas coloniales, lo único que hacen es perpetuar prácticas texturistas que se extienden fuera de las paredes de las escuelas entre sus estudiantes, negando así no únicamente la libertad a expresarse y desarrollarse del estudiantado, sino también coartando la normalización de lo propio, de lo identitario, del pelo afro en su máximo auge de versatilidad.
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